Carpintero especial

Carpintero espacial es un cuento de Tony Jim ilustrado por Daniela Calandra.

—Señor L´Ok, le necesito.

—¿A mí? ¿Para qué cosa?

—Necesito un copiloto pues he de realizar un transporte de pasajeros.

—Ah, muy bien, ya sabe que me apunto a un bombardeo yo.

—No es para ningún bombardeo.

—No me sea literal Sr. Jim, es una expresión.

—Ah, vale.

—Pues sí, me apunto… Pero que conste que sigo enfadado con usted.

—¿Conmigo? ¿Por qué?

—Por dispararme…

—¿Por dispararme? No lo recuerdo. Cosa rara en mí…

—¿Cosa rara en usted? ¿No recuerda su amnesia selectiva?

—No, sí… Quiero decir, sí que me acuerdo de eso…

—Pues entonces…

—Quería decir que es raro, pues yo no soy partidario de la violencia…

—Bueno, me pegó un tiro…

—Eso suena violento.

—Pero fue en modo aturdir.

—Ah, eso me cuadra más… Aunque no me acuerde…

—Bueno, es que creo que fue en una realidad alternativa.

—¿En una realidad alternativa? ¿Y cómo es que usted sí que lo recuerda?

—Bueno, desde que cloné el TUP del profesor Jones, me he ido informando…

—Ah, bueno… Pues nada le paso las coordenadas del planeta donde hemos de ir. Ya hablaremos de quien disparó a quien…

Una vez allí.

—¿Y este planeta desértico tiene un espacio-puerto?

—Pues eso parece… Hay una importante explotación minera… Bueno o la hubo, no sé, no me he documentado mucho al venir…

—Este pueblecito de casitas encaladas es bien pequeño.

—Pues será que la hubo…

—Y está todo desértico…

—Ya, ya me di cuenta de que es un planeta desértico…

—No… Sí… Quería decir que están las calles desérticas, bueno, la calle, que no se ve ni un alma…

—Con el calor que hace, para estar por la calle…

—¿Y dónde hemos quedado con las personas que hemos de transportar?

—En una cantina que hay aquí mismo…

Y así entramos en una de esas casitas blancas que formaban aquel pueblucho:

—Vaya, ya sabemos dónde estaba toda la gente, este bar está abarrotado.

—Vamos, a aquel reservado, que es donde tenemos la cita con los pasajeros.

En el reservado nos esperaban un señor anciano y un apuesto joven:

—Buenas o el saludo que empleen ustedes en estas tierras, soy el piloto Jim y acompañante.

—Gracias por venir, hemos de partir cuanto antes. —comentó el anciano.

—Un momento, que son estas prisas, ya leí en su anuncio que buscaban un piloto experimentado para salir de este sector.

—Eso es, ¿no sé qué más quieren que hablemos?

—Bueno, una breve presentación bastaría quizás.

—Yo soy el viejo y este es el muchacho.

—Eso ya lo veo… Pero ¿qué viejo?

—Pues soy bastante viejo…

—No le preguntaba la edad, quería decir… No sé, como hemos de llamarle…

—Así me llaman, El viejo.

—Y el chico…

—El muchacho —corrigió El viejo.

—Eso, el muchacho, ¿quién es?

—Mi acompañante.

—Esto es muy sospechoso…

—Oiga, que usted es también conocido por un mote: El piloto.

—Es una profesión muy respetada y es el piloto algo, en este caso Jim.

—Bueno, si usted se queda más contento llámeme El viejo Ben.

—¿Y el chico?

—El muchacho…

—¿Es su nieto o algo?

—No, no es mi nieto… Sería en este caso el algo…

—¿El algo? ¿Su hijo?

—Tampoco es mi hijo, no somos familia, nosotros.

—Todo esto es muy sospechoso. Un viejo y un muchacho, que quieren huir de un planeta y que no quieren revelar sus nombres…

—Ya le dije que me llamo Ben.

—No quiero meterme en líos, yo soy muy respetuoso con la ley y esto me huele a algo turbio.

—¿Qué quiere decir?

—Un viejo, acompañado de un apuesto muchacho… Pues está claro…

—Oiga, ¿qué insinúa?, un poco de respeto, El viejo Ben es mi maestro y yo soy su discípulo.

—Así es, además, usted también es un viejo que va con un apuesto muchacho…

—Un respeto, que este muchacho es mi copiloto. Y no me cambie de tema, ¿de qué es usted maestro?

—Pues, pues… Soy carpintero y este es mi joven aprendiz…

—Carpintero… Usted a mí no me engaña, que, en todo este planeta, desértico, no hay ni un puñetero árbol, como va a ser usted carpintero…

—Bueno… Los hubo… Y claro, por eso marchamos del planeta, nos hemos quedado sin materia prima y es muy cara importarla…

—Está bien, está bien, les sacaremos de este planetucho… Por el precio acordado claro está.

—Por supuesto.

—Pues bueno, una vez hechas las presentaciones, creo que ya es hora de partir…

—Salgamos por la puerta de atrás…

—¿Y eso?

—Es la más cercana al espacio puerto…

—Ah…

Y así llegamos al cercano espacio-puerto. Yo para la ocasión había alquilado una vieja nave para poder realizar el trabajillo. Una vez dentro:

—…Y estas son las cabinas de sueño…

—¿Qué? ¿Cabinas de sueño? —exclamó el viejo.

—Eso acabo de decir. Se nota que tiene usted una edad y no está bien del oído.

—Le escuché perfectamente, pero me sorprende…

—¿Qué le sorprende?

—Un reputado piloto como usted volando con una nave tan primitiva.

—A ver, con lo que me paga usted, ¿no esperaría una moderna nave de la Federación?

—Tiene suerte que tengamos prisa por salir del planeta…

Una vez la pareja de pasajeros estuvieron dormitando:

—Sigo sin ver claro que sea un carpintero…

—Bueno, tú también te haces llamar piloto…

—¿Tú también Bruto?

—Lo he dicho con delicadeza, nada de brutalidad.

—No, quería decir… Déjalo…

—Sí, será mejor.

—Mira el Doctor Who, que también se hace llamar Doctor…

—Bueno, quizás sea doctorado en viajes en el tiempo…

—Pues piensa que yo soy piloto de TUP.

—Si tú lo dices…

—Ya te enseñaré, un día que tengamos tiempo, mi certificado de piloto de cuando estaba en la Federación…

Así, tras programar el rumbo, nosotros dos también nos metimos en las cabinas de animación suspendida.

Estaba teniendo un extraño sueño, cuando la alarma de la nave me despertó.

—¿Qué pasa? —exclamó el viejo también despertándose.

—Hay algún tipo de problema y la nave nos despierta…

—¿Y no sería lo más lógico que despertara solo al piloto?

—Depende del tipo de situación…

—Quizás es que la nave tampoco tiene claro quién es el piloto…

—Muy gracioso…

—Bueno, ¿y qué es lo que ocurre exactamente?

—¡Miércoles! Estamos rodeados por cuatro naves de la Federación…

—En efecto, así seguro que no escapará señor Jim —dijo el viejo.

—¿Cómo? ¿Usted lo sabía?

—En efecto. —dijo el viejo sacando un fáser de debajo de su túnica y apuntándome con él.

—Me cachis… Es una trampa…

—En efecto. Veo que cuando quiere las pesca al vuelo.

—Claro, para eso soy piloto.

—Yo en su situación no estaría para bromas, Sr. Jim.

—Pero ¿qué quiere ahora la Federación de mí?

—Solo hacerle unas preguntas sobre el incidente en la estación polar Jirafa.

—¿Giraqué?

—No se haga el tonto señor Jim, que sabemos que estuvo en aquel planeta cuando hubo aquella tremenda explosión en el polo norte.

—No sé de qué me habla…

—Mis compañeros de la Federación ya le refrescaran la memoria.

—¡Ajá! Sabía que usted no era carpintero…

—Se equivoca, uno de mis hobbies es la carpintería, así que sí que tengo nociones de carpintería.

—Pero no se dedica profesionalmente.

—Y usted tampoco se dedica a ser piloto como profesión.

—Bueno, quizás de naves no, pero tengo mi TUP…

—El TUP no le servirá de nada, mire su TUP, lo tengo yo. En uno de sus despistes, se lo quité disimuladamente.

—Me cachis.

—La Federación no es tonta y le ha investigado a fondo todo este tiempo, así que nos sabemos sus triquiñuelas.

—Por lo visto todas no…

—¿Qué quiere decir?

—Bueno, como habrá visto esta nave está totalmente automatizada.

—Así es, me había percatado.

—¿Entonces para qué necesito un copiloto?

—No sé, sí que es verdad que normalmente va acompañado de una bella muchacha, pero bueno, ha podido cambiar de gustos, no sé, su copiloto se ve que es un apuesto muchacho también.

—Bueno, a parte de su belleza, también me acompaña por su inteligencia…

—Déjese de misterios señor Jim, ¿qué leches quiere decir?

—Pues resulta que él también es piloto…

—Vale, pero están rodeados de rápidas y modernas naves de la Federación, por muy hábil que sea como piloto, no tienen escapatoria posible…

—No es del todo exacto. Quería decir que mi bello acompañante también es piloto de TUP, por qué él también dispone de uno.

—¿Cómo?

En aquel momento me giré hacia L´Ok, le guiñé un ojo. Y acto seguido él se abalanzó sobre mí y accionó su TUP, lo que hizo que desapareciéramos de aquella primitiva nave.

Todo fue muy rápido y no alcancé a ver la cara de sorpresa de aquel par de espías de la Federación.

Estaba claro que a partir de ahora tenía que andarme con ojo y vigilar con quién hacia negocios.

Texto de Tony Jim

Ilustración de Daniela Calandra

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